(CEC
1987-2029)
La Inmaculada
Nuestro Señor Jesucristo vino a
la tierra para traernos «vida y vida en
abundancia» (Jn 10, 10). Esa vida es la gracia de Dios, que nos trae la
salvación.
La gracia nos llega a través de
los siete sacramentos. Pero para
comprender el sentido los sacramentos, primero tenemos que comprender qué es la
gracia.
La gracia de Dios, que es la
vida sobrenatural que Cristo comunica, nos hace «hombres nuevos» (Ef 4, 24),
«nuevas criaturas» (2 Co 5, 17; Ga 6, 15), «pueblo santo» (1 Pe 2, 9), «amigos»
(Lc 12, 4; Jn 15, 14) de Dios, «hijos de Dios, coherederos de Cristo...» (Ro 8,
17), «linaje de Dios» (He 17, 29), «participantes de la naturaleza divina» (2
Pe 1, 4). Esta gracia crea en nosotros un «corazón nuevo, un espíritu nuevo»
(Ez 36,26)
La gracia es la participación
en la vida de Dios. La llamamos gracia
pues supera toda capacidad y mérito o pretensión nuestros (gracia quiere decir don
gratuito) y se desarrolla en nosotros por la fe y los sacramentos. Es un
don sobrenatural que Dios nos concede gratuitamente, por el infinito amor que
nos tiene.
A la Gracia se opone el pecado.
Jesús, al
condenar el pecado, quería hacer una llamada a la dignidad del hombre: el
hombre, por el pecado, además de rechazar a Dios se hace esclavo de las cosas
que valen menos que él. El pecado degrada al hombre
Dice San Juan
Crisóstomo:
- «Cuando te
veo vivir de modo contrario a la razón, ¿cómo te llamaré,hombre o bestia?
- Cuando te
veo arrebatar las cosas de los demás, ¿cómo te llamaré,hombre o lobo?
- Cuando te
veo engañar a los demás, ¿cómo te llamaré, hombre o serpiente?
- Cuando te
veo obrar neciamente, ¿cómo te llamaré, hombre o asno?
- Cuando te
veo sumergido en la lujuria, ¿cómo te llamaré, hombre o puerco?
La gracia puede ser de dos
maneras:
a) gracia santificante o habitual: es un don infundido por Dios en
nuestra alma para hacernos hijos suyos y herederos del cielo. Es un don
permanente. Es la amistad con Dios. Puede perderse por el pecado mortal y
recobrarse con la confesión, la penitencia. Y también puede aumentarse con la
recepción de los sacramentos y las buenas obras practicadas.
b) gracia actual: es un auxilio, un don que Dios nos da en un momento
determinado para inclinarnos al bien, para vencer una tentación, para practicar
las virtudes. Es un don transitorio, que ilumina la mente y fortalece la
voluntad. Por ej.: un alma en pecado, puede recibir la gracia actual para
convertirse, como le ocurrió a S. Pablo camino de Damasco. En Damasco recibió
el bautismo y con él la gracia santificante.
En el orden de la salvación, es
tan necesaria la gracia santificante como la gracia actual. Con nuestras solas
fuerzas no podemos practicar las virtudes cistianas: necesitamos del auxilio de
la gracia y por eso debemos pedirla constantemente con la oración, la confesión
y comunión frecuentes.
Las Virtudes (CEC 1803-1845)
La gracia de Dios o gracia
santificante, va acompañada de las virtudes y de los dones
del Espíritu Santo.
La gracia, que es don gratuito
de Dios, constituye como la raíz de las virtudes y de los dones.
Tales virtudes son como los
motores de la nave de nuestra alma en su marcha a la vida eterna.
virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
virtudes morales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza
dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento,
consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios
Las virtudes teologales
tienen por objeto inmediato al mismo Dios
La fe
Es la primera
virtud teologal, sin la cual «es imposible agradar a Dios» (Heb 11, 6). Sin
ella nadie puede tener esperanza ni caridad. «Es la garantía de lo que se
espera, la prueba de las cosas que no se ven» (Heb 11, 1). Por la fe creemos en Dios y en todo lo que
Dios ha revelado.
La esperanza
Es la
segunda virtud teologal. Por la esperanza confiamos llegar a la gloria del
Cielo mediante la gracia y nuestras buenas obras.
La caridad
Es la
tercera virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la única virtud teologal que
permanecerá en el Cielo. Allí no hará falta la fe porque veremos lo que aquí
creemos; no hará falta la esperanza porque poseeremos lo que aquí esperamos. En
cambio la caridad no desfallecerá porque el amor a Dios no tiene fin. La
caridad es la reina de todas las virtudes, ya que sin ella ninguna otra virtud
es perfecta. Si falta la caridad de nada sirve para la vida eterna ni la fe, ni
la generosidad, ni las buenas obras.
El pecado contra la fe es la incredulidad
voluntaria; contra la esperanza, la desesperación; contra la caridad, la
ingratitud, el egoísmo, la indiferencia hacia Dios y hacia los hermanos.
Las virtudes morales se
ocupan de los medios que nos llevan a Dios. Son numerosas. Las cuatro
principales son llamadas cardinales (de la palabra latina cardo que significa quicio o gozne de la
puerta, porque sobre estas virtudes gira y se sostiene toda la vida moral)
La prudencia
Es la
virtud que nos posibilita el recto gobierno de nuestras acciones
La justicia
Es la
virtud gracias a la cual damos a cada uno lo que pertenece, sea a Dios, sea al
prójimo.
La fortaleza
nos da
fuerzas para no renunciar al bien, por dificultoso que sea, e inclusive a costa
de la vida.
La templanza
Es la
virtud que regula los placeres sensibles dentro de los justos límites.
Cada una de estas cuatro virtudes morales lleva consigo, además todo un
cortejo de virtudes subordinadas que giran en su torno. Son más de cincuenta en
total (por ejemplo, la magnanimidad, la humildad, la gratitud, etc), y tienen
vicios que se les oponen: a la prudencia, se le opone la astucia; a la
justicia, la malicia; a la fortaleza la pusilanimidad; a la templanza la
concupiscencia.
Los dones del Espíritu Santo
Estos dones disponen la
inteligencia y la voluntad para recibir el impulso del Espíritu Santo. Son
capacidades que Dios concede y que hacen a la persona dócil y despierta para
seguir los impulsos del Espíritu (Gal 5, 22-23). Son siete.
Sabiduría: es un sabroso
conocimiento de las cosas divinas (San Bernardo). Este don nos hace gustar y
amar las cosas de Dios.
Entendimiento: este don
da a nuestra inteligencia, por así decirlo, una mirada de águila,
permitiéndonos penetrar en las verdades de fe y en las de orden natural que
dicen relación con el fin sobrenatural. Este don nos da una penetrante
intuición de las verdades reveladas.
Consejo: este don nos
permite un juicio recto en lo que respecta a los casos particulares
sugiriéndonos lo que conviene hacer en orden al fin sobrenatural. Nos hace
conocer con prontitud y seguridad lo que conviene hacer en cada momento, en
especial en los casos más defíciles. Nos da la capacidad de aconsejar,
inspirados por el Espíritu, a quienes nos piden ayuda, a quienes necesitan
palabras de aliento y vida.
Fortaleza: por este don
se nos da fuerza para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible
confianza y gran seguridad de vencer los mayores obstáculos o peligros que
puedan surgir. Nos da la vountad y
energía para sufrir con alegría las molestias y obstáculos para soportar la
cruz. Muchas veces somos débiles y podemos caer fácilemnte en las tentaciones
propias de esta sociedad, como lo es el dinero, el poder, el consumismo, los
vicios. Es allí donde necesitamos el don de fortaleza y pedir al Señor que nos
ilumine. El ejemplo de Jesucristo, su pasión, su muerte, deben ser para
nosotros un auténtico trestimonio de fortaleza que nos ha de llevar a superar
la debilidad humana. El martirio es el acto por excelencia del don de
fortaleza.
Ciencia: gracias a este
don juzgamos rectamente las cosas creadas; nos permite distinguir entre el bien
y el mal, nos hace mirar a las personas y las cosas con los ojos de Dios. Nos
enseña a no apegarnos a las cosas creadas, a desapegarnos de ellas pero
respetarlas por ser obra de Dios.
Piedad: por este don
amamos filialmente a Dios y fraternalmente al prójimo por ser éste hijo del
mismo Padre. Infunde en nuestra alma una
tierna devoción para hacernos cumplir nuestros deberes religiosos. Este don nos
permite acercarnos confiadamente a Dios, hablarle con sencillez, abrir nuestro
corazón de hijo a un Padre bueno que sabemos nos quiere y nos perdona. Este don
nos debe motivar a la oración, al encuentro profundo con el Señor, a ir a misa, a leer la Palabra de Dios y a
disfrutar de la presencia del Señor en nuestra vida.
Temor de Dios: este don
nos comunica una docilidad especial para hacer totalmente la voluntad de Dios.
Inclina nuestra voluntad a un respeto filial a Dios y nos aleja del pecado; nos
provoca horror al pecado y una viva contricción. No es el temor del esclavo a
un amo castigador, sino el temor del hijo amante a disgustar a un Padre
amoroso. No se trata de tenerle miedo, sino de sentirnos amados por El, desear
hacer siempre su voluntad, temor de fallarle y causarle pena.
Preguntas resumen:
1. ¿Qué quiere decir la
palabra “gracia”?
Gracia quiere decir don gratuito.
2. ¿Por qué Dios nos otorga
este don?
Por el amor infinito que nos tiene. No es un mérito nuestro.
3. ¿Qué es la gracia
santificante?
Es un don divino que hace al hombre hijo de Dios y heredero del cielo.
4. ¿Cuáles son los medios
principales para alcanzar y aumentar la
gracia?
La oración, confesión y comunión frecuentes.
5. ¿A qué se opone la gracia?
A la gracia se opone el pecado.
6. ¿Cuáles son las virtudes
teologales y los pecados que contra ellas se cometen?
Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad. Los pecados que
contra ellas se cometen son respectivamente: incredulidad, desesperación y
egoísmo.
7. ¿Cuáles son las virtudes
morales o cardinales y los vicios que se les oponen?
Las virtudes morales o cardinales son cuatro: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza. Los vicios que se les oponen son respectivamente:
astucia, malicia, pusilanimidad y concupiscencia.
8. ¿Cuáles son los dones del
espíritu Santo?
Son siete: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y
Temor de Dios.
Actividades:
1. Por la fe, la esperanza y la caridad, Dios nos hace participar
activamente y con todo nuestro ser, de su propia vida. Leer y comentar Rom 5,
1-5
2. Recitar la siguiente oración ( o componer una similar):
Señor, creo en Tí, ayúdame a creer más.
Yo pongo mi esperanza en Tí Señor, y confío en tu
Palabra.
Señor, Tú lo sabes todo, sabes que te amo.