Módulo 13: La Gracia

(CEC 1987-2029)

La Inmaculada


Nuestro Señor Jesucristo vino a la tierra para traernos «vida y  vida en abundancia» (Jn 10, 10). Esa vida es la gracia de Dios, que nos trae la salvación.
La gracia nos llega a través de los siete sacramentos. Pero para comprender el sentido los sacramentos, primero tenemos que comprender qué es la gracia.

La gracia de Dios, que es la vida sobrenatural que Cristo comunica, nos hace «hombres nuevos» (Ef 4, 24), «nuevas criaturas» (2 Co 5, 17; Ga 6, 15), «pueblo santo» (1 Pe 2, 9), «amigos» (Lc 12, 4; Jn 15, 14) de Dios, «hijos de Dios, coherederos de Cristo...» (Ro 8, 17), «linaje de Dios» (He 17, 29), «participantes de la naturaleza divina» (2 Pe 1, 4). Esta gracia crea en nosotros un «corazón nuevo, un espíritu nuevo» (Ez 36,26)

La gracia es la participación en la vida de Dios. La llamamos gracia pues supera toda capacidad y mérito o pretensión nuestros (gracia quiere decir don gratuito) y se desarrolla en nosotros por la fe y los sacramentos. Es un don sobrenatural que Dios nos concede gratuitamente, por el infinito amor que nos tiene.

A la Gracia se opone el pecado.


Jesús, al condenar el pecado, quería hacer una llamada a la dignidad del hombre: el hombre, por el pecado, además de rechazar a Dios se hace esclavo de las cosas que valen menos que él. El pecado degrada al hombre

Dice San Juan Crisóstomo:
- «Cuando te veo vivir de modo contrario a la razón, ¿cómo te llamaré,hombre o bestia?
- Cuando te veo arrebatar las cosas de los demás, ¿cómo te llamaré,hombre o lobo?
- Cuando te veo engañar a los demás, ¿cómo te llamaré, hombre o serpiente?
- Cuando te veo obrar neciamente, ¿cómo te llamaré, hombre o asno?
- Cuando te veo sumergido en la lujuria, ¿cómo te llamaré, hombre o puerco?


La gracia puede ser de dos maneras:

a) gracia santificante o habitual: es un don infundido por Dios en nuestra alma para hacernos hijos suyos y herederos del cielo. Es un don permanente. Es la amistad con Dios. Puede perderse por el pecado mortal y recobrarse con la confesión, la penitencia. Y también puede aumentarse con la recepción de los sacramentos y las buenas obras practicadas.
b) gracia actual: es un auxilio, un don que Dios nos da en un momento determinado para inclinarnos al bien, para vencer una tentación, para practicar las virtudes. Es un don transitorio, que ilumina la mente y fortalece la voluntad. Por ej.: un alma en pecado, puede recibir la gracia actual para convertirse, como le ocurrió a S. Pablo camino de Damasco. En Damasco recibió el bautismo y con él la gracia santificante.

En el orden de la salvación, es tan necesaria la gracia santificante como la gracia actual. Con nuestras solas fuerzas no podemos practicar las virtudes cistianas: necesitamos del auxilio de la gracia y por eso debemos pedirla constantemente con la oración, la confesión y comunión frecuentes.


Las Virtudes (CEC 1803-1845)

La gracia de Dios o gracia santificante, va acompañada de las virtudes y de los dones del Espíritu Santo.
La gracia, que es don gratuito de Dios, constituye como la raíz de las virtudes y de los dones.
Tales virtudes son como los motores de la nave de nuestra alma en su marcha a la vida eterna.

virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
virtudes morales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza
dones del Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios


Las virtudes teologales tienen por objeto inmediato al mismo Dios

La fe
Es la primera virtud teologal, sin la cual «es imposible agradar a Dios» (Heb 11, 6). Sin ella nadie puede tener esperanza ni caridad. «Es la garantía de lo que se espera, la prueba de las cosas que no se ven» (Heb 11, 1).  Por la fe creemos en Dios y en todo lo que Dios ha revelado.

La esperanza  
Es la segunda virtud teologal. Por la esperanza confiamos llegar a la gloria del Cielo mediante la gracia y nuestras buenas obras.

La caridad
Es la tercera virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. Es la única virtud teologal que permanecerá en el Cielo. Allí no hará falta la fe porque veremos lo que aquí creemos; no hará falta la esperanza porque poseeremos lo que aquí esperamos. En cambio la caridad no desfallecerá porque el amor a Dios no tiene fin. La caridad es la reina de todas las virtudes, ya que sin ella ninguna otra virtud es perfecta. Si falta la caridad de nada sirve para la vida eterna ni la fe, ni la generosidad, ni las buenas obras.

El pecado contra la fe es la incredulidad voluntaria; contra la esperanza, la desesperación; contra la caridad, la ingratitud, el egoísmo, la indiferencia hacia Dios y hacia los hermanos.


Las virtudes morales se ocupan de los medios que nos llevan a Dios. Son numerosas. Las cuatro principales son llamadas cardinales (de la palabra latina cardo que significa quicio o gozne de la puerta, porque sobre estas virtudes gira y se sostiene toda la vida moral)

La prudencia
Es la virtud que nos posibilita el recto gobierno de nuestras acciones

La justicia
Es la virtud gracias a la cual damos a cada uno lo que pertenece, sea a Dios, sea al prójimo.

La fortaleza
nos da fuerzas para no renunciar al bien, por dificultoso que sea, e inclusive a costa de la vida.

La templanza
Es la virtud que regula los placeres sensibles dentro de los justos límites.

Cada una de estas cuatro virtudes morales lleva consigo, además todo un cortejo de virtudes subordinadas que giran en su torno. Son más de cincuenta en total (por ejemplo, la magnanimidad, la humildad, la gratitud, etc), y tienen vicios que se les oponen: a la prudencia, se le opone la astucia; a la justicia, la malicia; a la fortaleza la pusilanimidad; a la templanza la concupiscencia.

Los dones del Espíritu Santo

Estos dones disponen la inteligencia y la voluntad para recibir el impulso del Espíritu Santo. Son capacidades que Dios concede y que hacen a la persona dócil y despierta para seguir los impulsos del Espíritu (Gal 5, 22-23). Son siete.

Sabiduría: es un sabroso conocimiento de las cosas divinas (San Bernardo). Este don nos hace gustar y amar las cosas de Dios.
Entendimiento: este don da a nuestra inteligencia, por así decirlo, una mirada de águila, permitiéndonos penetrar en las verdades de fe y en las de orden natural que dicen relación con el fin sobrenatural. Este don nos da una penetrante intuición de las verdades reveladas.
Consejo: este don nos permite un juicio recto en lo que respecta a los casos particulares sugiriéndonos lo que conviene hacer en orden al fin sobrenatural. Nos hace conocer con prontitud y seguridad lo que conviene hacer en cada momento, en especial en los casos más defíciles. Nos da la capacidad de aconsejar, inspirados por el Espíritu, a quienes nos piden ayuda, a quienes necesitan palabras de aliento y vida.
Fortaleza: por este don se nos da fuerza para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza y gran seguridad de vencer los mayores obstáculos o peligros que puedan surgir.  Nos da la vountad y energía para sufrir con alegría las molestias y obstáculos para soportar la cruz. Muchas veces somos débiles y podemos caer fácilemnte en las tentaciones propias de esta sociedad, como lo es el dinero, el poder, el consumismo, los vicios. Es allí donde necesitamos el don de fortaleza y pedir al Señor que nos ilumine. El ejemplo de Jesucristo, su pasión, su muerte, deben ser para nosotros un auténtico trestimonio de fortaleza que nos ha de llevar a superar la debilidad humana. El martirio es el acto por excelencia del don de fortaleza.
Ciencia: gracias a este don juzgamos rectamente las cosas creadas; nos permite distinguir entre el bien y el mal, nos hace mirar a las personas y las cosas con los ojos de Dios. Nos enseña a no apegarnos a las cosas creadas, a desapegarnos de ellas pero respetarlas por ser obra de Dios.
Piedad: por este don amamos filialmente a Dios y fraternalmente al prójimo por ser éste hijo del mismo Padre.  Infunde en nuestra alma una tierna devoción para hacernos cumplir nuestros deberes religiosos. Este don nos permite acercarnos confiadamente a Dios, hablarle con sencillez, abrir nuestro corazón de hijo a un Padre bueno que sabemos nos quiere y nos perdona. Este don nos debe motivar a la oración, al encuentro profundo con el Señor, a ir  a misa, a leer la Palabra de Dios y a disfrutar de la presencia del Señor en nuestra vida.
Temor de Dios: este don nos comunica una docilidad especial para hacer totalmente la voluntad de Dios. Inclina nuestra voluntad a un respeto filial a Dios y nos aleja del pecado; nos provoca horror al pecado y una viva contricción. No es el temor del esclavo a un amo castigador, sino el temor del hijo amante a disgustar a un Padre amoroso. No se trata de tenerle miedo, sino de sentirnos amados por El, desear hacer siempre su voluntad, temor de fallarle y causarle pena.


Preguntas resumen:

1. ¿Qué quiere decir la palabra “gracia”?
Gracia quiere decir don gratuito.
2. ¿Por qué Dios nos otorga este don?
Por el amor infinito que nos tiene. No es un mérito nuestro.
3. ¿Qué es la gracia santificante?
Es un don divino que hace al hombre hijo de Dios y heredero del cielo.
4. ¿Cuáles son los medios principales para  alcanzar y aumentar la gracia?
La oración, confesión y comunión frecuentes.
5. ¿A qué se opone la gracia?
A la gracia se opone el pecado.
6. ¿Cuáles son las virtudes teologales y los pecados que contra ellas se cometen?
Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad. Los pecados que contra ellas se cometen son respectivamente: incredulidad, desesperación y egoísmo.
7. ¿Cuáles son las virtudes morales o cardinales y los vicios que se les oponen?
Las virtudes morales o cardinales son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Los vicios que se les oponen son respectivamente: astucia, malicia, pusilanimidad y concupiscencia.
8. ¿Cuáles son los dones del espíritu Santo?
Son siete: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.


Actividades:

1. Por la fe, la esperanza y la caridad, Dios nos hace participar activamente y con todo nuestro ser, de su propia vida. Leer y comentar Rom 5, 1-5

2. Recitar la siguiente oración ( o componer una similar):

Señor, creo en Tí, ayúdame a creer más.
Yo pongo mi esperanza en Tí Señor, y confío en tu Palabra.
Señor, Tú lo sabes todo, sabes que te amo.