22. La vida del cristiano

(CEC 1691-2557)






Las Bienaventuranzas (CEC 1716-1729)Bienaventuranza significa felicidad. Todo hombre busca ser feliz. La felicidad es el fin para el que Dios lo crea. Este deseo de felicidad es de origen divino: Dios mismo lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer.

Nos hiciste, Señor, para Tí, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Tí (San Agustín, Confesiones)
Leemos Mt 5, 1-12

Las Bienaventuranzas expresan cómo debe ser la vida del cristiano, dónde está su verdadera realización y cómo logrará obtener no sólo la felicidad, sino la vida eterna. No en vano las bienaventuranzas han sido llamadas "el compendio del plan de Dios para el hombre".

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra.
Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos conseguirán la misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos a causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados ustedes cuando los maldigan, los persigan y digan con mentira, toda clase de mal contra ustedes por mi causa.
Alégrense, porque la recompensa de ustedes será grande en los cielos



La Dignidad de la persona (CEC 1700-1715; 1730-1748)
La dignidad del hombre nace del hecho de haber sido creado por Dios a su imagen y semejanza, haber sido reconciliado por Cristo y estar llamado a alcanzar su plenitud en la bienaventuranza del cielo

Es tanta la dignidad del hombre, que el Concilio Vaticano II afirma que el hombre es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma" (Gaudium et Spes, 24,3)

El hombre, ayudado por la gracia y usando bien de su libertad, puede identificar su voluntad con la voluntad de Dios, cumpliendo en su vida el amoroso plan que Dios tiene para él.

Lo que Dios quiere es siempre lo óptimo


¿Qué es la libertad?

La libertad es la capacidad que tiene el hombre de ejecutar por sí mismo acciones deliberadas. Esa capacidad (ese poder) está radicada en la razón y también en la voluntad. Por el libre albedrío cada uno dispone de sí mismo. La libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero elegir el mal es un abuso de la libertad que conduce a la esclavitud del pecado. Por eso la libertad humana alcanza su grado máximo de perfección cuando está ordenada a Dios.

La libertad es en el hombre signo eminente de la imagen divina.



Moralidad de los actos humanos (CEC 1749-1775)
La libertad es una exigencia de la dignidad del hombre, pero eso no implica necesariamente el derecho a hacer y decir cualquier cosa: el hombre es responsable de sus actos libres. Para decirlo de otra manera, la libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el hombre es responsable de sus actos. Los actos humanos, o sea, los actos libremente realizados tras un juicio de conciencia, son moralmente buenos o moralmente malos, pero nunca indiferentes, moralmente neutros.

La bondad o maldad de los actos humanos depende:
►del objeto elegido (el bien al que tiende la voluntad)
►de la intención o fin que se busca
►de las circunstancias de la acción.

Para que un acto sea moralmente bueno se requiere a la vez que sean buenos
►el objeto elegido
►la intención o fin que se busca
►las circunstancias de la acción

Por todo ello, es erróneo juzgar la moralidad de un acto sólo por la intención de quien obra o las circunstancias.

Por ejemplo:
Una intención buena, no hace bueno un acto pues no está permitido hacer el mal para obtener un bien (Robar a los ricos para regalárselo a los pobres).
Una intención mala convierte en malo un acto bueno (orar para ser vistos, dar limosna por vanagloria).
El fin NO justifica los medios.
Las circunstancias son los elementos secundarios que contribuyen a aumentar o disminuir la responsabilidad del que obra o la malicia de un acto, como por ejemplo factores síquicos o sociales, como el temor, la violencia, la ignorancia, etc. Pero no modifican la moralidad del acto: las circunstancias no hacen bueno un acto malo.
No sólo la inteligencia y la voluntad intervienen en los actos libres, sino también las pasiones.
Las pasiones son impulsos, afectos o sentimientos que inclinan a obrar. En si mismas las pasiones son no buenas ni malas. Serán buenas si son asumidas por las virtudes; serán malas si son pervertidas por los vicios.


La Conciencia Moral (CEC 1776-1802)
Cada hombre descubre en su corazón una ley que lo llama a hacer el bien y evitar el mal. Con su inteligencia y voluntad puede distinguir el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo permitido y lo prohibido. La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la moralidad de un acto concreto; sabe si un acto es bueno o malo.
A veces esta luz interior de la conciencia se oscurece con el pecado y las pasiones. Por ello es necesario formar la conciencia moral, para que sea buena y segura. ¿Cómo se forma la conciencia?
La conciencia se forma con el conocimiento de la ley de Dios tal como la enseña el Magisterio de la Iglesia, con la práctica de las virtudes, la oración, la petición de consejo especialmente en la dirección espiritual y la recepción frecuente del sacramento de la Penitencia.

El Pecado (CEC 1846-1876; 1425-1433)
El hombre puede, con su libertad, oponerse a Dios, al orden moral en su vida. En eso consiste el pecado: la ofensa a Dios, la ruptura de su amistad, la rebelión contra su Ley. La raiz del pecado está en el corazón del hombre. La inclinación al mal es un desorden de la naturaleza humana herida por el pecado original; esto exige un combate espiritual durante toda nuestra vida, una actitud constante, permanente de conversión.
La conversión es obra de la misericordia de Dios, una gracia que debemos pedir constantemente. Reconocer nuestro pecado, darnos cuenta que somos pecadores, es el primer paso de toda auténtica conversión.

EL proceso de la conversión y la penitencia, está maravillosamente descripto en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-24).

El Sínodo de los Obispos de 1983, reafirmó la enseñanza tradicional de la Iglesia- tal como lo proclamara el Concilio de Trento- sobre la existencia de los pecados mortales y veniales.
Pecado mortal es el cometido en materia grave, con pleno conocimiento y deliberado consentimiento.
Pecado venial es el cometido en materia leve o en materia grave sin pleno conocimiento.

Pero el pecado venial, aunque sea leve, si se reitera, genera vicios: EL PECADO CREA FACILIDAD PARA EL PECADO.
Un vicio es un hábito malo ( se opone a la virtud que es un hábito bueno).

Entre los vicios destacamos los pecados capitales. Se llaman así, pues son origen de otros pecados, otros vicios:
Soberbia: el amor desordenado de sí mismo. De allí deriva la jactancia, la frivolidad de espíritu, la presunción. Es un pecado que mucho aborrece Dios; es el pecado de Lucifer, y el pecado de Adán y Eva.
Avaricia: afán desordenado de atesorar riquezas.
Gula: el consumo desenfrenado de comidas y bebidas.
Lujuria: vicio identificado con la fornicación, la impureza, es el desorden del apetito sexual.
Pereza: es la repugnancia voluntaria y culposa al trabajo, al esfuerzo, y como consecuencia, tender a la ociosidad y al menor esfuerzo. Cuando la pereza se relaciona con el cumplimiento de los deberes religiosos la oración, el examen de conciencia, etc. Se llama acedia; es como una anemia espiritual. De la pereza nace el entumecimiento espiritual, la disipación, la búsqueda de cosas prohibidas, la inestabilidad.
Envidia: es la tristeza del bien ajeno y el deseo desordenado de poseerlo. De ella nace el odio, la maledicencia, la tristeza caudada por la prosperidad del prójimo.
Ira: es la pasión violenta, la cólera que indigna y enoja sin causa justa.

Debemos tratar de evitar los pecados capitales, pues son obstáculos para la perfección cristiana.


La Ley Moral (CEC 1950-1986)

El Plan de Dios muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin último: la plena reconciliación y la salvación.

En el Antiguo Testamento Dios da a su Pueblo, por medio de Moisés, los Diez Mandamientos, que son el resumen de la Ley moral. Los Diez Mandamientos sirven para todos y para siempre, y son norma de felicidad y de la buena marcha de cada persona y de la sociedad.
En el Nuevo Testamento Jesucristo nos da la Ley evangélica, que es la perfección de la Ley divina natural y revelada.
Es decir que la ley moral puede clasificarse en:
►ley moral natural, escrita la ley natural en el corazón de los hombres
►ley moral antigua o ley de Moisés, revelada por Dios en los Diez Mandamientos
►ley moral nueva o ley evangélica, confirmada por Jesús por medio de sus enseñanzas.





Los Diez Mandamientos (CEC 2052-2557)
Leemos Ex 20, 1-17
Los Mandamientos de la Ley de Dios son:

1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.
3º Santificarás las fiestas.
4º Honrarás a tu padre y a tu madre.
5º No matarás.
6º No cometerás actos impuros.
7º No robarás.
8º No dirás falso testimonio ni mentirás.
9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10º No codiciarás los bienes ajenos.

Los tres primeros mandamientos se refieren a Dios. Los siete restantes al prójimo. Pero forman un todo indisociable: transgredir uno sólo es quebrar todos los otros.
En definitiva, todos los Mandamientos se resumen en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo, y más aún, como Cristo nos amó. (Mt 22, 37-40)

1º Mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas
Existe un solo Dios, Creador de todas las cosas. El primer deber del hombre es reconocerlo como su Dios y Creador, darle gloria y el culto debido, amarlo. Amamos a Dios sobre todas las cosas cuando le obedecemos sin condiciones y estamos dispuestos a perderlo todo antes que ofenderlo.
Este es un mandamiento del cual poco nos confesamos y no obstante, ¡cuántos desamores cometemos! Hay que amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma, como corresponde a nuestra condición de hijos de Dios.
El primer mandamiento nos prohibe: adorar ídolos y dioses falsos, creer alguna cosa contraria a la fe o admitir dudas de ellas, la desesperación, es decir, desconfiar de la misericordia de Dios.
propagar escritos contrarios a la doctrina católica, tomar parte en algún culto falso o en prácticas de espiritismo, adivinación o magia, usar amuletos
El primer mandamiento NO prohibe el culto a las imágenes sagradas, porque este culto se funda un el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, y no se refiere a la imagen en sí misma, sino de la persona que representa.

2º Mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano
El nombre de Dios es Santo. Debe ser respetado, bendecido, alabado, glorificado. Este mandamiento nos prohibe la blasfemia(injuria), el perjurio (jurar en falso), el sacrilegio (la profanación)
Cuando ofendemos a la Madre de Dios y a los santos, también pecamos contra este mandamiento.

3º Mandamiento: Santificarás las fiestas
Dios nuestro Señor quiere que cada semana le dediquemos un día de fiesta para darle gloria y para nuestro bien y descanso. Ese día ya no es el sábado como en el Antiguo Testamento, sino que la fiesta es el domingo, porque es el día en que Jesucristo resucitó gloriosos del sepulcro. El domingo y demás fiestas de preceptos indicadas por la Iglesia, los fieles tienen la obligación de participar de la misa. Quienes voluntariamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave.
¿Qué hacer cuando no hay Santa Misa o alguna causa grave impida asistir a ella?
Cuando no hay Santa Misa o una causa grave impida asistir a ella, se recomienda vivamente participar en una liturgia de la palabra, o permanecer en oración durante un tiempo conveniente, individualmente, en familia o en grupo de familias.

4º Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre
Dios quiere que los hijos amen a sus padres y los honren siendo obedientes, respetuosos, cariñosos con ellos y, además, que les ayuden en lo que necesiten. Este deber hacia todo aquel que tiene una autoridad sobre nosotros, como profesores, directores, autoridades civiles o militares, etc.
Asimismo, este mandamiento manda a los padres amar y velar por el bien de sus hijos, procurándoles una buena educación y atendiéndoles lo mejor posible en sus necesidades. Lo mismo corresponde a toda autoridad con respecto a sus súbditos, en aquello que les compete.
Al hablar de estos deberes se trata de atender el cuerpo y el alma, lo material y lo espiritual de la persona.

El gran ejemplo nos lo dio Jesús de Nazaret, que siendo Dios, obedecía y estaba sujeto a su Madre la Virgen y a San José.

5º Mandamiento: No matarás
Sólo Dios es dueño de la vida humana. Los hombres debemos respetarla. Matar voluntariamente a un ser humano inocente es pecado, ya sea por homicidio, suicidio, eutanasia, violencia, guerra injusta o aborto, aunque el cadáver sea muy pequeño.
También es pecado contra el quinto mandamiento: odiar, guardar rencor, enemistad, desear mal, insultar, mirar con malos ojos y escandalizar.
Lo propio del cristiano es amar, porque Dios es amor. Si aprendemos a amar, no nos costará perdonar de corazón cuando alguien nos ofende.

Esto no impide el derecho y el deber de la persona y de la sociedad a la legítima defensa. Por eso, las legítimas autoridades pueden imponer justas penas a los agresores e incluso, recurrir a la pena de muerte en caso de extrema gravedad, agotados todos los medios incruentos que serían más conformes con la dignidad de la persona humana.

El quinto mandamiento nos manda amar y respetar la vida humana, desde el momento de la concepción hasta su término natural, porque la persona humana ha sido amada por Dios por sí misma, por haberla hecho a su imagen y semejanza. El aborto y la eutanasia son pecados gravísimos.
Peca también según el quinto mandamiento quien se quita la vida por el suicidio o se mutila, quien pone en peligro su vida sin necesidad, quien se embriaga o se droga y el que por desesperación se desea la muerte.

6º Mandamiento: No cometerás actos impuros
9º Mandamiento: No consentirás pensamientos ni deseos impuros

Tenemos que vivir la santa pureza, la virtud de la castidad.

El sexto mandamiento nos prohibe todos los pecados contrarios a la castidad; entre los más graves están la masturbación, la fornicación, la pornografía, las prácticas homosexuales, las relaciones sexuales pre matrimoniales, el adulterio, cualquier ofensa a la dignidad del matrimonio, ya sea la infidelidad, el uso de anticonceptivos de cualquier tipo, o toda acción que se proponga hacer imposible la procreación. El sexto mandamiento prohibe también toda acción, mirada o conversación contrarias a la castidad, a la pureza, a la modestia.

El noveno mandamiento nos manda que seamos puros y castos en pensamientos y deseos.
Es evidente el desorden que provoca en nosotros el entretenernos por gusto en pensamientos y deseos impuros; por esto lo prohibe Dios en este noveno mandamiento. Pero, además, estos pensamientos y deseos impuros desequilibran la sexualidad e incitan al pecado.

Los pecados contra la pureza, cometidos con pleno conocimiento y consentimiento pleno, son siempre graves. Los pensamientos y deseos impuros son pecado cuando la voluntad se complace en ellos, aunque no se realice el acto impuro; pero no son pecado cuando la voluntad no los consiente y procura rechazarlos.

Los principales medios para guardar la santa pureza son: la oración, la mortificación la confesión y la comunión frecuentes, la práctica de la castidad según el estado, la devoción a la Santísima Virgen, la modestia y la guarda de los sentidos y la huida de las ocasiones de pecar, como conversaciones, miradas, lecturas, amistades y espectáculos deshonestos.

7º Mandamiento: No robarás
10º Mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos
El robo es la usurpación del bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño; es retener o quitar los bienes del prójimo; causar injusto daño a los bienes del otro.
La codicia y el egoísmo llevan a cometer muchos pecados contra el séptimo mandamiento.
¡Que pecado tan feo es robar! No te acostumbres, ni en cosas pequeñas; no robes nunca.
Recuerda las palabras de Jesús: "¿De que sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?" (Mt 16, 26)
Pecamos contra el 7º mandamiento cuando causamos daño al prójimo en sus bienes, no trabajamos conforme al deber o trabajamos mal, no pagamos el justo salario a los empleados y obreros, prestamos dinero u otra cosa exigiendo un interés excesivo, engañamos en el comercio con pesos, medidas o monedas falsas, o con mercancías malogradas, sobornamos o exigimos coimas, no pagamos las deudas o los impuestos.
Los que han robado o han hecho daño al prójimo en sus bienes están obligados, además de confesar su pecado, a restituir lo mal adquirido y a reparar cuanto antes los daños culpablemente causados.

El décimo mandamiento prohibe la codicia del bien ajeno, que es la raíz del robo, del pillaje y del fraude; prohibe dejarse llevar de la concupiscencia de los ojos, que lleva a tantos pecados; y prohibe la avaricia y la envidia, que son enemigas del orden y la concordia entre los individuos, las familias, los pueblos y las naciones.
Por la codicia de los bienes ajenos, ¡cuántas riñas y enemistades entre hermanos, entre pueblos!, ¡Cuántas desavenencias familiares y adulterios por desear la mujer del prójimo!
El décimo mandamiento nos prohibe el deseo desordenado de riquezas y la envidia de los bienes ajenos;
y nos enseña a vivir desprendidos de los bienes materiales y a trabajar con diligencia para mejorar nuestra situación actual con el corazón abierto a las necesidades de los demás.

8º Mandamiento: No dirás falso testimonio ni mentirás
En este mandamiento se prohibe la mentira y se manda respetar la buena fama del prójimo.
Mentir es decir algo falso con intención de engañar.
Debemos amar la verdad, porque Cristo es la verdad y El nos enseñó que la Verdad nos hace libres y nos santifica.
El octavo mandamiento prohibe: atestiguar lo falso en juicio, calumniar al prójimo, decir cualquier clase de mentira, murmurar, juzgar mal del prójimo, descubrir sin motivo sus defectos, violar el secreto profesional.
El que difama o calumnia al prójimo, además de confesar su pecado tiene la obligación grave de restituirle la honra y la fama que le ha quitado.




La Iglesia, Madre y Educadora (CEC 2030-2051)
El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios, los sacramentos, el ejemplo de santidad, el magisterio de los pastores. Con espíritu filial, debemos acatar las enseñanzas de la Iglesia, y ésta, como Madre y Educadora nos garantiza con sus enseñanzas y preceptos, un crecimiento en el amor a Dios y al prójimo.

Los Preceptos de la Iglesia son:

►Oir Misa entera los domingos y fiestas indicadas por la Iglesia. Esta obligación se puede cumplir el día anterior por la tarde. La Misa comienza con la entrada del sacerdote, y termina cuando se va. Si una persona llega tarde, no ha cumplido con el precepto, y debe oir otra Misa ese mismo día.

Las fiestas religiosas de preceptos son:
1º de enero: La Maternidad divina de la Virgen María.
1º de noviembre: Todos los Santos
8 de diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María.
25 de diciembre: La Navidad

►Confesar los pecados mortales al menos una vez al año o en peligro de muerte y siempre que se ha de comulgar.

►Comulgar una vez al año, y por Pascua de Resurrección. La Pascua es el origen y centro de la liturgia cristiana. Este precepto comienza a obligar desde que el niño es capaz de comulgar con las debidas disposiciones. La Iglesia, sin embargo, desea que nos acerquemos más a menudo a la Sagrada Comunión, puesto que con ello obtenemos gran provecho para nuestra alma.

►Ayuno y abstinencia de carne cuando lo manda la Iglesia. El ayuno consiste en hacer una comida frugal; la abstinencia del día viernes puede reemplazarse por una obra de misericordia, una mortificación, el rezo del Rosario. Este precepto contribuye a hacernos adquirir dominio sobre nuestras pasiones.

►Contribuir al sostenimiento de la Iglesia. Este precepto nos obliga a ser generosos, cada uno según su capacidad, en la colecta dominical, a ayudar en las necesidades materiales de nuestra parroquia, etc.






La Comunidad Humana (CEC 1877-1948)
La persona humana necesita la vida social. El hombre es un ser social por naturaleza: nace en la sociedad y crece y desarrolla en ella. Sólo en saciedad el hombre desarrolla sus capacidades.
Cada uno tiene deberes que cumplir en la comunidad de que forma parte y está obligado a respetar a las autoridades cuya misión es asegurar el bien común.


¿Qué es el bien común?
Es el conjunto de condiciones de la vida social que permiten a todos y cada uno conseguir plena y fácilmente su propia perfección. (Cfr. GS, 26). Comprende tres elementos esenciales:
►el respeto a la persona
►la promoción del bienestar social y el desarrollo de las personas
►la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo.

El bien común exige una responsabilidad personal de todos. Es deber del Estado promoverlo y defenderlo; y es deber del ciudadano procurar tomar parte, según sus capacidades, en la vida pública; esta participación comienza por la educación y la cultura. Es deber de los laicos hacer presente a Cristo en la vida pública: el mensaje del Evangelio no es una teoría, sino un fundamento para la acción. Como cristianos, debemos influir en el ambiente en que nos toca vivir, procurar la desaparición de las desigualdades injustas. ES una exigencia de la caridad cristiana. Esta se manifiesta concretamente en las obras de Misericordia:

Obras de Misericordia Corporales:1. Dar de comer al hambriento
2. Dar de beber al sediento
3. Vestir al desnudo
4. Visitar a los enfermos y presos
5. Dar albergue al peregrino
6. Redimir al cautivo
7. Enterrar a los muertos

Obras de Misericordia Espirituales:1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo a quien lo necesite
3. Corregir al que yerra
4. Perdonar las injurias
5. Consolar al triste
6. Sufrir con paciencia las flaquezas del prójimo
7. Rogar a Dios por los vivos y muertos




Preguntas resumen:

1. ¿Qué significa “bienaventuranza”?
Significa “felicidad”
2. ¿Qué expresan las nueve bienaventuranzas?
Expresan cómo debe ser la vida del cristiano.
3. ¿Qué es lo que se opone a la vida en Cristo?
A la vida en Cristo se opone el pecado.
4. ¿Qué es pecado?
Pecado es toda palabra, acto o deseo contrario a la ley de Dios.
5. ¿Dónde anida la raíz del pecado?
La raíz del pecado está en el corazón del hombre.
6. ¿Cómo puede ser el pecado?
Puede ser mortal (en materia grave) o venial ( en materia leve)
7. ¿Cuál es el efecto del pecado mortal?
El efecto del pecado mortal es la pérdida de la gracia.
8. ¿Cuál es el efecto del pecado venial?
El pecado venial impide el progreso de la vida en Cristo, debilita la caridad y crea facilidad para el pecado.
9. ¿Cuáles son las virtudes que debemos  practicar para evitar los siete pecados capitales?
Contra la soberbia, humildad; contra la avaricia, largueza; contra la gula, templanza; contra la lujuria, castidad; contra la pereza, diligencia; contra la envidia, caridad; contra la ira, paciencia.


Para responder en grupo:

1.¿Por qué caminos busca el hombre moderno su felicidad?
2. ¿Cuáles son los modelos del hombre contemporáneo?¿Cuáles son tus modelos?
3. ¿Cómo se manifiestan los pecados capitales en la sociedad actual?

4.¿Cuál es nuestra responsabilidad cristiana frente a los demás hombres y a los problemas sociales de nuestra Patria y del mundo?