(CEC
1422-1498)
El Hijo Pródigo
Preguntas resumen:
Podemos llamarle Sacramento de
Conversión
(metanoia), es decir la vuelta al Padre del hombre que se alejó por el
pecado.
Penitencia,
pues es un proceso de arrepentimiento y reparación del pecado cometido
Confesión,
por la declaración manifiesta del pecado al sacerdote.
Perdón,
por la absolución del sacerdote.
Reconciliación,
porque recuperamos la gracia santificante al hacernos amigos de Cristo.
Jesús sabía que muchos de sus
hijos, por causa de la debilidad de la naturaleza humana herida por el pecado
original, luego del Bautismo iban a perder la gracia santificante pecando, y
que muchos de ellos, arrepentidos como el hijo pródigo, querrían volver a ser
amigos de Dios, a vivir unidos a Él por la Gracia.
Para hacer posible esto,
instituyó el sacramento de la Penitencia llamado también Confesión o
Reconciliación, que nos devuelve la gracia santificante perdida por el pecado
mortal, cuando arrepentidos confesamos los pecados al sacerdote.
Jesús instituyó este Sacramento.
No es un invento de los hombres. El es quien perdona y confirió ese poder de
absolución al ministerio apostólico para que lo ejerciera en su nombre. Jesús
lo instituye cuando dijo “Recibid el Espíritu Santo. A los que perdonéis los
pecados, les serán perdonados y a los que se los retuviéreis les serán
retenidos”.
Si los hombres hubieran inventado este sacramento,
lo habrían hecho por interés, para recibir una ventaja. Ahora bien: ¿qué ganan
los sacerdotes confesando? Absolutamente nada; al contrario, deben sacrificarse
parmanenciendo horas enteras escuchando en el confesonario las miserias ajenas.
Pero además, si los sacerdotes inventaron la
confesión, ¿por qué se la impusieron a sí mismos? Mientras obligaban a los
demás, podrían haberse dispensado de una carga tan molesta. Sin embargo, todos
los sacerdotes, desde el Papa hasta el más humilde, se confiesan.
Los protestantes dicen que la Confesión fue
inventada por Inocencio III en el Concilio de Letrán (Roma, 1215); pero eso no
es cierto: lo que hizo el Cocilio fue obligar a los cristianos a confesarse por
lo menos una vez al año, pues muchos se descuidaban de tal manera que dejaban
transcurrir muchos años sin confesarse. Dicho Concilio, por lo tanto, lejos de
instituir la condesión, la supone.
Queda por lo tanto demostrado que la confesión no
es invento de los hombres, sino institución divina.
La confesión auricular, en secreto, fue
introducida por San Patricio (1385-1461); antes la confesión de los pecados
graves se hacía públicamente.
El pecado
¿Por qué confesarse? Porque somos
pecadores. Quien dice que no tiene pecado es un mentiroso.
Nuestra vida tiene, por así
decirlo, diversos estratos. Hay en nosotros una vida vegetativa, que nos es
común con los vegetales, y se manifiesta en el crecimiento de las uñas y
cabellos, en la asimilación de los alimentos, etc. También tenemos una vida
animal que nos es común con los animales, y se manifiesta en nuestra capacidad
de ver, de oír, de tocar, de oler, de movernos, de comer, de dormir, etc.
Además, gozamos de una vida racional que tenemos en común con los ángeles y que
se manifiesta en nuestra capacidad de conocer, de querer, de amar.Y por último,
en un grado muy superior a todos los niveles anteriores, hemos recibido una
Vida Divina que nos es común con Dios: la gracia santificante.
A la gracia se opone el pecado.
Pecado es:
Todo acto, pensamiento, deseo,
contrario a la ley de Dios.
Es un acto libre
Donde falta el orden que Dios quiere, eso es lo
malo.
Hacer algo dentro del plan de Dios, eso es lo
santo
Para que un acto sea pecado debe
haber advertencia, libertad y consentimiento
Se cuenta que en el siglo V,
Arcadio, emperador de Constantinopla, instigado por su esposa la emperatriz
Eudoxia, quiso castigar a San Juan Crisóstomo. Cinco cortesanos propusieron
diversos medios: «Mandadlo al destierro», dijo uno. «Quitadle los bienes»,
añadió otro. «Metedle en la cárcel cargado de cadenas». «Quitadle la vida». El
último, por fin, dijo al emperador: «Si lo mandáis al destierro estará
contento, sabiendo que en todas partes tiene a Dios; si le despojáis de sus
bienes, no se los quitáis a él sino a los pobres; si lo encerráis en un
calabozo, besará las cadenas; si lo condenáis a muerte, le abrís las puertas
del cielo. Hacedle pecar. No teme más que al pecado...».
El pecado puede ser mortal
(pensar, desear, decir, hacer, u omitir algo contra la ley de Dios en materia
grave, sabiéndolo y queriéndolo) o venial (pensar, desear, decir, hacer u omitir algo
contra la ley de Dios en materia leve).
Materia del sacramento
La materia de este sacramento es
el pecado del penitente
Hay diferencia entre la materia
de la Confesión y la de los otros sacramentos. En éstos la sustancia es
corpórea (agua, vino, crisma); mientras que en la Confesión la materia es sí
una cosa sensible, pero es más bien de orden moral.
La materia del sacramento de la penitencia puede
ser remota o próxima.
Materia remota son los pecados mortales cometidos
después del Bautismo y todavía no perdonados, y los pecados veniales y mortales
ya perdonados
Materia próxima son los actos del penitente:
contrición, propósito de enmienda,
acusación, satisfacción, que el Concilio de Trento llama quasi
materia, no porque les falte la propiedad de verdadera materia, sino porque
esa materia no está sujeta a los sentidos corporales (somo lo sería, el agua,
el vino, etc.)
El ministro de este sacramento
Es el sacerdote. Jesucristo no
confirió a todos la potestad de personar los pecados, sino tan sólo a los
apóstoles y a sus sucesores, los obispos y sacerdotes.
Condiciones para hacer una buena
confesión
Las condiciones para hacer una
buena confesión son:
examen de
conciencia
dolor de
los pecados
propósito
de enmienda
confesar
todos los pecados
cumplir
con la penitencia impuesta (para reparar o satisfacer el daño causado por el
pecado)
Si faltare alguna condición esencial, aunque sea una sola, la confesión
sería nula.
Analicemos cada una de esta
condiciones:
Examen de conciencia
Es una diligente averiguación de
los pecados cometidos después de la última confesión bien hecha. Es
interrogarse acerca del mal hecho y del bien omitido hacia Dios, el prójimo o
nosotros mismos. Este paso es muy importante, pues quien no conoce sus pecados
, con toda su gravedad y número, no podrá manifestarlos íntegramente al
confesor ni arrepentirse debidamente de ellos.
El examen de conciencia se hace
trayendo cuidadosamente a la memoria todos los pecados cometidos y no
confesados, de pensamiento, palabra, obra y omisión. A fin de facilitar el
examen, es conveniente valerse de un cuestionario y repasar uno por uno los
mandamientos.
Conviene reflexionar si se comete
un mismo pecado con demasiada
frecuencia, y cuáles son las cirscunstancias que acompañan un pecado y que
pueden cambiar su especie, o transformar un
pecado venial en mortal.
Por ej: el que lee un libro obsceno comete pecado
grave; el que se lo lee a los niños, comete dos, por el escándalo que provoca
(cambió la especie). Decir una mentirita, es pecado venial, pero decir mentiras
del prójimo y perjudicarlo con nuestros comentarios maliciosos es pecado grave.
Hay cirscunstancias que, aunque
agravan el pecado, no cambian su naturaleza, y por eso, no vale la pena
manifestar en la confesión esa cirscunstancia agravante.
Por ej: es pecado tener un pensamiento impuro.
Pero si ese pensamiento lo tengo en la calle, la oficina o la Iglesia, no
cambia la especie del pecado. Por lo tanto bastará con decir al confesar: “He tenido un pensamiento impuro”. No hace falta abundar en
detalles.
¿Qué diligencia debe emplearse en
hacer este examen? La misma que emplearíamos en cualquier asunto de gran importancia:
si nuestras manos se hubieran llenado de astillas de vidrio, ¿nos
contentaríamos sólo con una simple ojeada para descubrirlas? ¿Acaso no las
buscaríamos una por una por temor a que una pequeña e invisible partícula dañe
nuestro organismo? Con mayor cuidado debemos escudriñar nuestro corazón para
expulsar del alma los pecados. De ello depende la salvación de nuestra alma.
Ciertamente, no hay una norma
fija para establecer cuánto tiempo debe uno emplear en hacer el examen de
conciencia. Muchas personas hacen un breve examen antes de dormir, analizando
su diario comportamiento. Esta práctica ayuda a hacer rápida y certeramente el
examen para la confesión periódica.
dolor de los pecados (contrición)
Es un pesar de ánimo por el que
se detestan los pecados cometidos. Significa arrepentirse del mal cometido.
Pero ese arrepentimiento debe extenderse a TODOS los pecados cometidos. Quien
no se arrepienta de un pecado mortal, aunque sea de uno sólo, no tendría el
perdón de ninguno.
La contrición puede ser de dos
maneras: perfecta o imperfecta.
La contrición perfecta es
aquel pesar que se siente por haber ofendido a un Dios infinitamente bueno y
digno de ser amado
Contrición perfecta tuvo María Magdalena, porque
por amor a Jesús lloró a sus pies ( Lc 8,38; 47). Dolor perfecto fue el de
Pedro, que lloró amargamente haber negado tres veces a Jesús (Lc 22, 61-62).
Contrición perfecta fue la de Dimas, el buen ladrón, que sintió profundo pesar
de sus culpas (Lc 23,39-43).
La contrición perfecta borra al
instante todos los pecados, (pues donde hay verdadero amor de Dios, no puede
estar el pecado), con tal que el pecador tenga el deseo de confesarse,
de tal suerte que, quien por algún accidente imprevisto -incendio, naufragio,
etc.- se viera de improviso en punto de muerte sin un sacerdote que lo pueda
absolver, su contrición y deseo de confesión lo justifican. Por otra parte, si
alguno pretendiese arrepentirse de sus pecados con dolor perfecto, pero se
negara a recibir la confesión, caería en una contradicción.
La contrición imperfecta (atrición)
es el pesar de haber ofendido a Dios como sumo Juez, por temor al castigo
merecido.
Ejemplo de atrición tenemos en el hijo pródigo, a quien no le
dolieron sus pecados por amor a su padre, sino por las graves consecuencias que
tuvo su vida disoluta (Lc 15, 17)
Pero aunque la atrición sea
inferior a la contrición perfecta, es suficiente para alcanzar el perdón de las
culpas cuando se une a la absolución sacramental del sacerdote.
propósito de enmienda
Consiste en la voluntad de no
pecar más y de emplear todos los medios necesarios para evitar el pecado. Quien
desea realizar un viaje, pone los medios para lograrlo: ahorra, saca el
pasaporte, se informa de los itinerarios turísticos, etc. De otro modo, sería
inútil su propósito. Igualmente, quien
desea no pecar más, pone los medios para ello. Estos medios son: desarraigar
los malos hábitos y evitar ocasiones de pecado.
Así como no es posible acercarse al fuego sin
quemarse, así también es imposible ponerse en ocasión de pecado y no pecar.
Quien por algún motivo no pudiera huir de una situación de pecado, dígaselo al
confesor y aténgase a sus consejos.
Así como decíamos que el
arrepentimiento debe extenderse a todos los pecados, así el propósito de
enmienda debe extenderse a TODOS sin excepción. Si uno excluyera
intencionalmente un sólo pecado del propósito, éste sería nulo, y la confesión sacrílega.
¿Qué importa que un buque tenga bien reparado todo
el casco, si por un pequeño agujero entra el agua y hunde el buque? Lo mismo
ocurre con el cristiano que se propone enmendar sus pecados, menos uno.
Confesar todos los pecados
La Confesión debe ser entera, es
decir : confesar TODOS los pecados mortales, con su cantidad o número, contra
qué mandamiento o virtud se pecó, y las cosas que agravan el pecado, al punto
de cambiar su especie. Si uno se calla a sabiendas algún pecado grave comete un
horrible sacrilegio y no sólo no le quedan perdonados ninguno de los que
confesó sino que sale con uno más: el de sacrilegio. En ese caso en la próxima
Confesión deberá acusarse de todos los pecados anteriores, del que no confesó y
del pecado de haberlo callado en la Confesión anterior.
¿Y si uno no tiene pecados
mortales no debe confesarse? De ninguna manera, pues aunque no sea obligatorio
es muy conveniente confesar también los pecados veniales o leves,
arrepintiéndose nuevamente de todos los pecados de la vida pasada. No hay que
olvidarse nunca que la confesión es un Sacramento que nos da la gracia de Dios,
devolviéndola si la perdimos por el pecado mortal, aumentándola si solo pecamos
venialmente. Por eso debemos confesarnos
con frecuencia aunque no tengamos pecados graves; sin ser necesaria, la
confesión de los pecados veniales, es una práctica recomendada por la Iglesia.
«El que quiere ser delicado y estar limpio de
cuerpo en sus vestidos, ¿acaso espera lavarse solamente cuando se encuentra
recubierto de barro? Apenas le cae encima un poco de polvo o cualquier
suciedad, se lava, y aunque no esté sucio hace de tanto en tanto limpieza
general, porque así lo exige el decoro».(Frigel Grazioli, Modelo de Confesores,
Ed. Ibérica, Madrid, 1944, p. 98. )
Cumplir con la penitencia
Después de la absolución
sacramental, que perdona la culpa (el pecado) y la pena eterna, queda una pena temporal,
que hay que pagar en este mundo o en el Purgatorio. Por ello el sacerdote nos
impone una penitencia
San Bernardo decía que hay en el pecado dos cosas:
la mancha del alma y la llaga. La misericordia de Dios quita la mancha, pero la
curación de la llaga sólo se logra con la penitencia.
El penitente debe aceptar la
penitencia impuesta por el confesor, y si fuera de cumplimiento imposible,
decirlo con confianza y pedir que le dé otra. Además la penitencia debe
cumplirse lo antes posible o en el plazo que el confesor lo indique. Esta
condición de cumplir con la penitencia, significa que se debe hacer lo que el
confesor indique y solamente lo que él indique. Generalmente, las penitencias impuestas son
rezar algunas oraciones, hacer alguna mortificación, dar limosna, leer un
pasaje del Evangelio, etc. Pero cualesquiera sea la pena impuesta, debe
cumplirse, y no es lícito reemplazarla por otra según nuestro propio criterio.
Jesús nos llama a la conversión y
la penitencia, pero no mira los actos exteriores, los ayunos, las
mortificaciones, sino la conversión del corazón, la penitencia interior.
Sin ella, toda obra de penitencia exterior es estéril y engañosa.
La penitencia interior es
reordenamiento
radical de toda la vida
ruptura
con el pecado
repugnancia
hacia las malas acciones
dolor y
tristeza del pecado cometido(= aflicción de espíritu=arrepentimiento del
corazón)
La penitencia interior puede
tener diferentes manifestaciones exteriores: ayuno, oración, limosna, prácticas
de caridad, atención a lospbres, revisión de vida, dirección espiritual,
aceptación de los sufrimientos, lectura
de la Escritura, actos de puedad, ejercicios espirituales, retiros,
peregrinaciones, cumplir con los días penitenciales a lo largo del año
litúrgico, etc.
La conversión y la penitencia
diaria encuentran su fuente y alimento en la Eucaristía.
Modo de confesarse
Con toda confianza hay que
decirle los pecados al sacerdote en la Confesión. Él no solamente no se los
puede decir absolutamente a nadie, ni a otro sacerdote, ni al Obispo, ni al
Papa, ni a un ángel del Cielo, sino que, incluso, no puede usar, ni siquiera
para el bien de la Iglesia, lo que sabe de las personas a través del sacramento
de la Confesión. El sacerdote está obligado a guardar secreto absoluto sobre
los pecados confesados por el penitente. Es un secreto que no admite
excepciones y se llama sigilo sacramental.
Durante los 20 siglos que ha durado este
sacramento, no se puede citar un sólo caso de infracción del sigilo
sacramental; muchos sacerdotes han preferido la muerte antes que violarlo, como
fue el caso de San Juan Nepomuceno (1330-1383), quien por negarse a revelar la confesión de la
emperatriz fue mandado a ahogar por el emperador Wenceslao IV.
La confesión debe ser:
sincera
esto es,
declarar los propios pecados como son, sin tratar de disimularlos o
disminuirlos y tampoco aumentarlos. Uno no le miente al médico sobre los
síntomas de sus enfermedades; de otro modo el diagnóstico sería incorrecto, con
perjuicio para nuestra salud. Así debemos ser sinceros con el confesor. Y no
olvidemos que tal vez podamos engañar al confesor, pero nunca a Dios.
San Cirilo, Obispo de Jerusalén, vio al demonio en
una Semana Santa entre muchas personas que esperaban la ocasión para
confesarse. Le preguntó que hacía allí, y el demonio respondió que hacía un
acto de penitencia.
¿Tú penitencia?, le replicó el Santo.
Te lo explicaré –dijo el demonio-
¿No es un acto de penitencia satisfacer y restituir lo que se quitó? Pues yo quité a todos la vergüenza para que pecasen, y ahora vengo a restituírsela para
que no se confiesen.
prudente
al
confesar los pecados, especialmente los impuros, se han de usar términos
modestos, decentes; no hace falta dar lujo de detalles, ni mencionar los
pecados ajenos o los nombres de las personas con quienes se cometió el pecado.
breve
no debemos
decir nada inútil al confesor, ni tratar temas que no guarden relación con el
sacramento de la confesión. Solamente debemos exponer el pecado con sencillez y
responder sinceramente las preguntas que, a juicio del sacerdote, sea oportuno
hacernos.
humilde
el
penitente debe acusarse, no con altivez, ni con la indeferencia con que se
relata una historia, sino con los sentimientos de quien se reconoce culpable
ante un juez.
Ejemplo de humildad el de
la Reina Isabel de Castilla ante su confesor, Fr. Hernando de Talavera.
La absolución
Es la sentencia que el sacerdote
pronuncia, en nombre de JC para perdonar los pecados.
Los confesores deben dar la
absolución a aquellos que juzgan bien dispuestos para recibirla; de otro modo
faltarían a su deber. Por eso no debe extrañarnos que alguna vez, un sacerdote,
dilate la abosolución a personas que son
gravemente descuidadas en su examen de conciencia, o se niegan a arrepentirse,
o no reconocen sus culpas. Pero a un corazón arrepentido, jamás un sacerdote negará
la absolución.
Además, la misericordia de Dios
es infinita, no tiene límites por muy grandes que sean nuestros pecados; si
verdaderamente estamos arrepentidos de ellos Dios nos perdona de corazón.
Hay pecados muy graves de los cuales no todo
sacerdote puede absolver, no porque carezca de poder, sino porque la Iglesia
prudentemente ha dispuesto que queden reservados a los ministros superiores,
como al Sumo Pontífice o a sacerdotes debidamente autorizados. Así lo ha
dispuesto para que, no siendo tan fácil conseguir el perdón, los cristianos
pogan mayor empeño en evitarlos.
Efectos de la Confesión
Los efectos de este sacramento
son:
reconciliación
con Dios y con la Iglesia
resurrección
espiritual
remisión
de la pena eterna
remisión
en parte de la pena temporal
acrecentamiento
de la fuerza espiritual para el combate cristiano (es un sacramento curativo y preventivo)
Mediante las indulgencias, los fieles pueden
alcanzar para sí mismos y para las almas del purgatorio la remisión de las
penas temporales, consecuencia de los pecados. Las indulgencias pueden ser
plenarias o parciales. Sólo el Papa puede otorgar indulgencias.
Es recomendable que, además de
confesarse periódicamente, los fieles busquen la dirección espiritual, ya sea
del propio confesor o no. Si bien a menudo la prudente dirección espiritual
evita penosas entrevistas con sicólogos, el tratamiento sicológico o
siquiátrico es de otra naturaleza; es un tratamiento médico y finaliza una vez
superada la enfermedad. La dirección espiritual es permanente.
San Francisco de Sales decía: Toma un consejo que
resume diez mil: busca un excelente Director espiritual.
Rito de la confesión
Después de la preparación personal, la celebración del sacramento
puede comenzar con el saludo de parte
del sacerdote diciendo Ave María Purísima y el penitente contestando: Sin
Pecado Concebida.
Es necesario que digas el tiempo aproximado desde tu última confesión
(nunca “mucho” o “poco”, pues son conceptos relativos) y puede ser conveniente
que digas tu condición de: soltero, casado, tus dificultades para llevar una
vida cristiana.
Luego con toda humildad y confianza, con sencillez y veracidad,
manifiesta al sacerdote todos los pecados mortales y conviene que digas también
los veniales.
Debemos recordar el número de pecados graves y la distinta clase de
ellos: no podemos decir solamente “he cometido diez pecados graves”, porque no
tienen la misma gravedad matar, robar, blasfemar o faltar a Misa.
Debemos confesar los pecados ciertos como ciertos, los dudosos como
dudosos y todas las circunstancias que aumentan o disminuyen su gravedad.
Si callamos algún pecado mortal cometemos un grave sacrilegio, y no se
nos perdonan los pecados confesados.
Si es necesario, el sacerdote te ayudará a hacer una confesión integral
y te ayudará a arrepentirte.
Luego escucha con atención los consejos y la penitencia que te da el
confesor y después él te invitará a expresar tu arrepentimiento con el acto de
contrición (Pésame)
Luego el confesor con las manos extendidas sobre la cabeza del
penitente, dice la fórmula de absolución
El sacerdote te despide diciéndo: El Señor te ha perdonado, puedes
irte en paz. Y el penitente responde: Demos gracias a Dios.
Después de la confesión, cumple con tu penitencia.
Algunas recomendaciones prácticas
·
Sin angustia, con paz, con entrega de espíritu, hay
que aprender a confesarse. Nunca se termina de aprender.
·
Celebra periódicamente este sacramento; por ejemplo
cada mes. Puedes confesarte antes de la Misa, pero a veces conviene en un
diálogo más sereno y prolongado con el sacerdote, durante la semana,
facilitando así la dirección espiritual.
· En el momento de la
confesión toma conciencia de la presencia de Dios; recuerda que es Dios quien
escucha tus pecados, quien verifica tu contrición y te da el perdón.
1.¿Qué es el Sacramento de la
Penitencia o Reconciliación?
El Sacramento por el cual se perdonan los pecados cometidos después del
Bautismo.
2. ¿Quién puede perdonar los
pecados?
Sólo Dios puede perdonar los pecados.
3. ¿A quién dio Jesús el
poder de perdonar los pecados?
A los apóstoles y sus sucesores (Jn 20, 22-23)
4. ¿Por qué este sacramento
se llama también Confesión?
Porque para alcanzar el perdón de
los pecados no basta con detestarlos, sino que es necesario acusarse de ellos
ante el sacerdote.
5. ¿Cuándo es necesario
confesarse?
Al menos una vez al año y cada vez que cometemos pecado mortal.
6. ¿Conviene confesarse con
frecuencia?
Sí, para progresar en la vida del espíritu.
7. Además de la confesión,
¿cómo se perdonan los pecados veniales?
En el rito penitencial de la misa, la lectura del Evangelio, el rezo del
Padrenuestro antes de la comunión, la Comunión Sacramental.
8. ¿Cuáles son las
condiciones para hacer una buena confesión?
Las condiciones para hacer una buena confesión son: examen de conciencia; dolor
de los pecados; propósito de enmienda; confesar todos los pecados; cumplir con
la penitencia impuesta.
9. ¿Cuál es el acto más
importante del sacramento de la reconciliación para ser eficaz?
Para que la reconciliación sea eficaz, lo más importante es la conversión
del corazón.
10. ¿Cómo debe ser la
confesión?
Debe ser: sincera, prudente, breve y humilde.
11. ¿Cómo peca quien a
sabiendas no confiesa un pecado mortal?
Quien deliberadamente calla un
pecado mortal en la confesión, comete sacrilegio.
Para trabajar en grupo:
1. Si el pecado es una ofensa a Dios, ¿por qué tengo que confesarme con un
hombre? ¿No es mejor hacerlo directamente con Dios?
2. Doña Francisca es una mujer muy devota: se confiesa todos los días. ¿Qué
piensas de esta práctica?
3. Leer y comentar la parábola del hijo pródigo.
4. Leer y comentar la siguiente noticia:
La Iglesia advierte sobre pecados cibernéticos
La Nación, junio 2004
Los fieles católicos tendrán que agregar unos cuantos pecados a la lista ya
conocida que usualmente llevaban al confesionario, todos ellos ligados al mundo
de la cibernética y sobre todo al uso de Internet, según concluyó un encuentro
de teólogos realizado en Italia.
El análisis de los "pecados informáticos" reunió la semana última
a 40 teólogos en el santuario de San Gabriele di Isola del Gran Sasso en Teramo
y en la Universidad Lateranense de Roma, donde el Episcopado italiano organizó
un seminario sobre "Los medios de comunicación en la familia".
Al analizar la crisis del "sentido del pecado", se advirtió que
con el uso indiscriminado de los medios electrónicos y de Internet, el
sentimiento de pecado cayó en desuso o se relajó. Los "nuevos modos de
pecar" van desde el uso indebido de la computadora, cuando se usan programas
sin la correspondiente licencia, a la creación y difusión de virus
informáticos, los mails anónimos o con direcciones y datos falsificados, bajar
de Internet música y películas ilegalmente o robar programas informáticos de
alguna manera. También es considerado pecado el "spam" o mail basura,
de publicidad o no.