Módulo 17: Eucaristía

(CEC 1322- 1419)
Última Cena


Podemos darle diferentes nombres, cada uno de los cuales evoca alguno de sus aspectos:
Eucaristía (bendición)
banquete
fracción del pan
memorial de la Pasión y Resurrección
Pan de los Angeles
Viático (provisión para un viaje)
Comunión (común unión: de nosotros con Xto y con nuestros hermanos)
Cena del Señor



Conociendo nuestra debilidad quiso Nuestro Señor Jesucristo instituir un sacramento para permanecer en medio de nosotros y ser alimento espiritual  de nuestra alma.

Jesús instituyó la Eucaristía en la Ultima Cena antes de la Pasión diciendo: “Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre. Haced ésto en memoria mía” (Lc 22,19).

La Eucaristía se realiza en el Santo Sacrificio de la Misa (Misa = misión: envío a ser testigos).

La fórmula de la Consagración, que es el momento más importante y solemne de la Misa, expresa las tres verdades fundamentales de la fe católica acerca de la Eucaristía. Porque la Eucaristía es: Sacramento, Presencia real y Sacrificio.

Analicemos esta fórmula:

«Tomad y comed»..., «Tomad y bebed»... La Eucaristía es Sacramento, alimento espiritual, renovación de la última Cena, Banquete Celestial para nuestra santificación: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6, 55).

«porque ésto es mi cuerpo», «porque ésta es mi sangre»: La Eucaristía es Presencia real de Cristo. Él mismo, con su cuerpo y su sangre, con su alma y su divinidad, está presente en este Sacramento que no sólo nos da la Gracia sino también al Autor de la Gracia: «el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna» (Jn 6, 54).

«que será entregado», «que será derramada»...: Las expresiones «cuerpo entregado, sangre derramada» expresan el carácter de Sacrificio que tiene la Eucaristía. En ella Cristo se inmola para expiar nuestros pecados, satisfaciendo (inclusive) por las almas del Purgatorio. «El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn 6, 51). La Eucaristía es la renovación del Sacrificio de la Cruz y tiene por fin, como la Cruz misma, la glorificación de Dios y santificación de los hombres.

Las palabras: «Haced esto en conmemoración mía», nos recuerdan que sólo puede celebrar la Eucaristía quien recibió los poderes apostólicos por la ordenación sacerdotal. Es decir: el ministro es el sacerdote; los diáconos y ministros Extraordinarios de la Comunión pueden distribuirlo, pero no pueden consagrar.



La materia del sacramento es el vino de uva y el pan de trigo.
No todos los panes ni cualquier pan es el Cuerpo de Cristo. No todo vino ni cualquier vino es la Sangre de Cristo. Sólo y únicamente por la Consagración en la Santa Misa se convierten el pan y el vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.


Bajo la especie de pan está presente el Cuerpo de Cristo y bajo la especie de vino está presente la Sangre de Cristo, pero en razón de una ineludible concomitancia y por ser Cuerpo de Cristo un cuerpo vivo,  bajo la especie de pan también está presente la Sangre de Cristo, su Alma y su Divinidad, y bajo la especie de vino está también presente el Cuerpo y su Alma y su Divinidad. De tal manera que Cristo íntegro está presente bajo cada una de las dos especies. ( Y por lo tanto no es necesario comulgar bajo las dos especies)

Pero además, al partir la hostia, sólo se parte la especie pan. Cristo entero está presente en cada una de sus partes, en cada gota de  vino y en cada partícula de pan consagrado, por diminuta que sea. Cuando se parte la Hostia, no se parte ni se divide el  Cuerpo de Cristo: Jesús entero está en cada una de las partes de la Hostia; y se halla al mismo tiempo en el cielo, y en todas las hostias consagradas.



Presencia de Cristo en la Eucaristía. Presencia real y sustancial

Jesús está presente bajo los accidentes de pan y de vino, pero no de cualquier manera: «está presente verdadera, real y sustancialmente».

Besamos nosotros la foto de algún familiar ausente o difunto porque de alguna manera con su figura está presente. Así saludamos a nuestra bandera porque ella simboliza a la Patria que, de algún modo, está presente en sus colores. De esta manera no está presente Jesucristo en el sacramento del altar, sino que lo está de manera verdadera. Cuando volvés del colegio y entrás a tu casa no besás el cuadro con la foto de tu mamá, sino que la besás a ella. ¿Por qué? Porque en la foto está meramente su figura, en cambio ella está verdaderamente presente tan sólo en el lugar donde se encuentra. Por eso, cuando entrás en una Iglesia lo primero que hacés es adorar a Jesús verdaderamente presente en el Sagrario. En las imágenes está sólo su figura, por ejemplo, en el crucifijo. Al entrar en una Iglesia, luego de santiguarte, lo primero que debés hacer es buscar el Sagrario. Junto a él hay  una lámpara que está permanentemente encendida, llamada lámpara del Santísimo, porque tiene por finalidad indicarnos: «Aquí está el Santísimo Sacramento, aquí está Nuestro Señor Jesucristo». Y ya que no podemos estar todo el día junto a Jesús –tenemos que dormir, comer, trabajar, etc.– esa lámpara nos representa a nosotros y expresa nuestro deseo de no separarnos jamás del buen Jesús. Luego de encontrar el Sagrario debés hacer una genuflexión, que consiste en doblar la rodilla derecha hasta tocar el suelo, reconociendo tu bajeza y adorando su grandeza. Es el saludo que siempre hay que hacer a Jesús presente verdaderamente en el Sagrario y hay que hacerlo al entrar, al salir y cuantas veces se pase delante de Él.
La Santa Eucaristía se conserva en las iglesias para que los fieles adoren a Cristo, lo reciban en la Comunión y experimenten su perpetua asistencia en la Iglesia. Un templo en el que no está el Santísimo Sacramento, inspira poca devoción. En cambio en el templo donde está Jesús Sacramentado el corazón del creyente se llena de respeto y fervor.

En la Eucaristía está todo el cuerpo y toda la sangre de NSJ. No es la unión del cuerpo con el pan y la sangre con el vino. No es la confusión o penetración de la persona de Cristo con la sustancia de pan y vino. Se trata de una verdadera substitución, desapareciendo la sustancia pan y vino quedando las especies(= accidentes), con su sabor, olor, cantidad.
Cristo está presente en las especies sacramentales hasta tanto no se consuman éstas. Cuando ésto ocurre, deja de estar allí la presencia real.

Cristo está, pues, verdadera y realmente presente. Pero esto no es todo. Está también presente de manera sustancial. Para entender esto pongamos un ejemplo. Por el hecho de que una usina eléctrica produce electricidad que consume la lámpara que me ilumina, de alguna manera esa usina está presente aquí en mi habitación. Está presente en sus efectos, pues gracias a ella tengo luz. Es real el efecto de iluminar que produce la usina. Pero Cristo no está presente tan sólo por los efectos buenos que el alma recibe, porque nos hace más buenos, más amables, sino que está presente sustancialmente. No sólo iluminando, sino como fuente de luz: «Yo soy la luz del Mundo» (Jn 8, 12).

Modo en que se hace presente
Nuestro Señor Jesucristo está presente verdadera, real y sustancialmente, bajo el aspecto de pan y vino, por convertirse la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo y su Sangre. Este tránsito o paso de la sustancia del pan y del vino que desaparecen totalmente para convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, se llama: transubstanciación (tránsito o paso de una sustancia a otra). Es la conversión total de una substancia en otra.
Permanecen las apariencias, también llamadas especies o accidentes, a saber: el olor, el color, el sabor, el gusto, el tamaño, el peso, la medida, la figura. Lo único que se convierte es la sustancia. De tal manera que con nuestros sentidos, la vista, el olfato, el tacto, el gusto, seguimos viendo, oliendo, tocando, gustando lo mismo después de la Consagración que antes de ella, porque las especies no cambian. Lo que cambia es la sustancia.

La Santa Eucaristía inspiró a Santo Tomás de Aquino a escribir el Himno Adoro te devote a Jesús Sacramentado.

Efectos de la Eucaristía
Jesús en la Comunión:
·      Acrecienta la unión con Dios y con la Iglesia.
·     Perdona los pecados veniales y preserva de los graves (quien comulga frecuentemente asegura su salvación, pues difícilmente cometerá pecados graves, y si alguna vez tiene la desgracia de cometerlos, se reconcilia con Dios).
·      Debilita nuestras malas inclinaciones
·      Causa consuelo espiritual.
·      Satisface las penas temporales debidas a los pecados.
·      Alivia a las almas del purgatorio.


Disposiciones para recibir la Eucaristía
·     Para recibir a Jesús en la Comunión nuestra alma debe estar limpia de todo pecado grave. Si hemos cometido pecado grave (mortal) , antes de comulgar debemos confesarnos. No basta con estar arrepentidos. Quien teniendo pecado mortal se acerca a comulgar comete un horrible sacrilegio

·      No es necesario confesarse siempre antes de comulgar. Sólo hay obligación de hacerlo cuando hay pecado grave. Los pecados leves o veniales se perdonan también con sólo arrepentirse, con las buenas obras, con el uso del agua bendita, con las mismas oraciones de la Santa Misa, etc.

·      Debemos hacer un ayuno eucarístico, es decir, no comer ni tomar nada –excepto agua– desde una hora antes de la Comunión. Así hacemos para mostrar nuestro respeto por el Señor.

·      Hay que saber a quién se va a recibir y acercarse a comulgar con devoción.

·      Recibir a Jesús dignamente en nuestra actitud corporal (gestos, vestimenta, etc.)

La comunión frecuente
Es conveniente que recibamos frecuentemente la Sagrada Comunión, porque necesitamos el alimento espiritual para vencer las tentaciones, para no desfallecer en el camino al Cielo, para practicar todas las virtudes y acrecentar la gracia en nuestra alma. Imitemos lo que han hecho los Santos: recibir frecuentemente la Comunión.

San Juan Bosco, el apóstol de los jóvenes, insistía: «Dicen algunos que para comulgar a menudo es menester ser santo. ¡No es verdad! Esto es un engaño. La Comunión es para aquel que quiere hacerse santo, no para los santos; los remedios se dan a los enfermos, el alimento se da los débiles.”

«La Comunión nos es necesaria como la respiración a los pulmones» (San Pedro Julián Eymard).

El peligro más grave que corre la Eucaristía es el acostumbramiento, darla por descontado, y por lo tanto, banalizarla. Nos horrorizamos ante las noticias de tabernáculos violados, copones robados con fines execrables. A Jesús le entristece más la frialdad de los suyos: “Si todavía un enemigo me ultrajara podría soportarlo...pero tú, mi compañero, mi amigo y confidente” (Sal 54,13-14). En las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque Jesús no se lamentaba tanto de los pecados de los ateos como de la indiferencia de las almas consagradas.


Maneras de Comulgar sacramentalmente
Comulgar es comer el Pan Sagrado.
Se puede comulgar recibiendo la hostia en la lengua o en la mano, pero siempre de manos del sacerdote o del ministro extraordinario de la Comunión; no está permitido que los fieles tomen por sí mismos la hostia ni el cáliz sagrado. Si se recibe la hostia en la mano, debe consumirse inmediatamente, delante del ministro; ninguno puede alejarse llevando en la mano las especies eucarísticas.
Los fieles pueden comulgar de pie o de rodillas; si se comulga de pie, se recomienda, antes de recibir el Sacramento, hacer una reverencia.
Quien ha recibido la comunión, puede recibirla otra vez el mismo día, solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe.

Luego de comulgar, puede hacerse una oración de acción de gracias como el Alma de Cristo.


Comunión espiritual

Cuando no es posible comulgar sacramentalmente por carecer de las debidas disposiciones del alma, o no se ha guardado el ayuno, conviene hacer una comunión espiritual. Esto es, un deseo de comulgar expresado con alguna oración. Uno puede hacer la comunión espiritual varias veces al día, al pasar delante de una iglesia católica, en los momentos de tentaciones, al levantarse, al acostarse, o sea, en cualquier momento y lugar.


Visitas al Santísimo Sacramento
Así como visitamos a nuestros familiares y amigos debemos visitar a Jesús que nos espera en el Sagrario, y hablarle de nuestras cosas, pedirle lo que necesitamos, y adorarlo como hicieron en el pesebre de Belén la Santísima Virgen y San José, los pastorcitos y los Reyes Magos, los ángeles y los hombres.
En la medida en que amemos a Jesús será el número de «visitas» que le haremos. Aunque duren un minuto tienen sabor a eternidad. Desde joven debes acostumbrarte a hacerle a Jesús sacramentado muchas «visitas» y así te irás preparando para que puedas tener la dicha inmensa y la enorme alegría de adorar a Jesús durante una noche entera, en lo que se llama la «Adoración nocturna».

El Santo Sacrificio de la Misa
La Santa Misa es un acto de culto que consta de dos partes: la primera, en torno a la Palabra de Dios, porque en ella se leen y explican diversos textos de la Sagrada Escritura. La segunda es la principal, en torno a la Eucaristía y al Sacrificio, y consta de tres momentos importantes:

1. la presentación de los dones u Ofertorio: en que se ofrece a Dios el pan y el vino que luego se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Jesús;
2. la Consagración: donde por las palabras del sacerdote, Cristo renueva su inmolación, y el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús.
3. la Comunión: donde recibimos el Cuerpo y Sangre de Jesús realmente presente bajo la apariencia de pan y vino.

El Santo Sacrificio de la Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz, aunque sin derramamiento de sangre. Es la actualización incruenta del sacrificio del Calvario.
En la Cruz la Víctima es Cristo, y en la Misa es también Cristo la víctima inmolada. En la Cruz es Cristo el Sumo y Eterno Sacerdote que se ofrece a Sí mismo, y también en la Misa es Cristo el Sacerdote principal. El mismo acto por el que se ofrece en la Cruz, se perpetúa en la Misa.

¿Cuál es entonces el papel del sacerdote que celebra la Misa? El de representar a Cristo. Por eso cuando consagra el pan no dice: «esto es el cuerpo de Cristo» sino «esto es mi Cuerpo», no evidentemente porque el pan se convierta en su cuerpo sino porque el sacerdote está actuando en persona de Cristo, haciendo sus veces, ocupando su lugar, representándolo, actuando en su nombre y con su poder. De tal manera es Cristo el Sacerdote principal, que el Sacrificio de la Misa no depende de los méritos o santidad de los sacerdotes, sino de la virtud, méritos, santidad y poder de Cristo nuestro Señor, Sumo y Eterno Sacerdote.
De ahí el valor supremo e infinito de la Santa Misa, porque es el Sacrificio de Dios hecho hombre. Si sumásemos todos los sacrificios de los hombres, por grandes que sean, nada son en comparación con la Misa.


Las diferencias que hay entre el Sacrificio de la Cruz y el Sacrificio de la Misa son secundarias:  

1. En la Cruz, Cristo padece, muere y derrama sangre: es un sacrificio cruento; en la Misa, Cristo resucitado «ya no muere» (Ro 6, 9), no padece ni derrama sangre: es un sacrificio incruento.  
2. En la Cruz, Cristo se ofreció solo; no necesitó de nadie para cumplir su acto sacerdotal; en la Misa, ha querido necesitar del corazón, de la voz y de las manos de un ministro visible.
3. Cristo en la Cruz, suspendido entre el cielo y la tierra, une a Dios con los hombres y a los hombres con Dios, al adquirir para todos las gracias necesarias para su salvación; Cristo en la Misa, nuevamente suspendido entre el cielo y la tierra, aunque esta vez por las manos del sacerdote, continúa obrando la salvación de los hombres uniéndolos a Dios, aplicándoles y distribuyéndoles en cada Misa esas gracias que Él ganó de «una vez para siempre» (Heb 7, 17) en el ara de la Cruz.

Esencia del Sacrificio de la Misa
La acción sacrificial se realiza en el momento de la Consagración donde se representa místicamente la separación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, que se efectuó realmente en el Sacrificio de la Cruz. Esto se representa por el hecho de que el sacerdote consagra separadamente el pan y el vino: al consagrar el pan se hace directamente presente el Cuerpo de Cristo por razón de las mismas palabras de la Consagración, y al consagrar el vino se hace directamente presente la Sangre de Cristo por razón de las mismas palabras.

Fines de la Misa
Ofrecemos la Santa Misa a Dios por varios fines:
·      Adoración y alabanza a Dios.
·      Acción de gracias.
·      Expiación de nuestros pecados.
·      Sufragio de las almas del purgatorio
·      Pidiendo auxilio en nuestras necesidades.



Preguntas resumen:

1.¿ Qué es el Sacramento de la Eucaristía?
El Sacramento que bajo las especies de pan y vino contiene el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del mismo Jesucristo Nuestro Señor.
2. ¿Cuándo instituyó Jesucristo la Eucaristía?
En la última Cena, la noche antes de su Pasión.
3. ¿Qué es la Santa Misa?
Es la actualización incruenta del Sacrificio de Cristo en el Calvario.
4. El Sacrificio de la Misa, ¿es el mismo Sacrificio de la Cruz?
El Sacrificio de Cristo en la cruz y el Sacrificio de la Misa es un único sacrificio, porque es la misma Víctima y el mismo Sacerdote.
5. ¿Cómo es la presencia de Cristo en la Eucaristía?
La presencia de Cristo en la Eucaristía es real y substancial.
6. ¿Cómo se hace presente J.C. en este Sacramento?
J.C. se hace presente en la Eucaristía mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
7. ¿Cómo se llama esa transformación substancial?
Se llama transubstanciación.
8. ¿Quién es el ministro del Sacramento de la Eucaristía?
El ministro es el sacerdote; los diáconos y ministros extraordinarios de la Comunión pueden distribuirlo, pero no pueden consagrar.
9. ¿Qué se requiere para recibir el Sacramento de la Eucaristía?
Estar en gracia de Dios, guardar el ayuno eucarístico, saber a Quién recibimos y recibirlo con una actitud digna en los gestos y vestimenta.
10 ¿Cómo se guarda el ayuno eucarístico?
No tomando alimentos ni bebidas (excepto agua)  una hora antes de recibir la Eucaristía.
11. ¿Qué efectos produce en nosotros la Eucaristía?
Aumenta la unión con Dios y con la Iglesia; perdona los pecados veniales y preserva de los graves; debilita nuestras malas inclinaciones; causa consuelo espiritual; nos une a la Iglesia.

Temas de discusión:

1. Las celebraciones de otras religiones ¿en qué se parecen o diferencian de la Misa?
2. ¿Eres de los que dicen “Soy católico a mi manera: voy a Misa cuando lo siento”? ¿Por qué?
3. ¿Conoces algún relato acerca de milagros eucarísticos?

Actividades:
1. Leer y comentar del Directorio sobre Piedad Popular y Liturgia, los puntos referidos a la Eucaristía.
2. Leer y comentar la Instrucción Redemtionis Sacramentum.
3. Leer y comentar el Himno Adoro Te Devote, de Santo Tomás de Aquino.